Los viajeros solemos disfrutar de
esta sonrisa que no humaniza más, porque,
aunque el frío congele sus mejillas, el
hambre le quite las fuerzas y tenga que
andar pastando en la puna, su alegría se
mantiene intacta y nos alienta a continuar el camino. Eso nos motiva devolverles algo de lo que
ellos nos ofrecen. La navidad es un buen momento para hacerlo. Muchos de ellos
ni siquiera entienden lo que eso significa, pero tienen claro que un
juguete hace que su sonrisa se ilumine
más.
El día estuvo cargado por el estrepito de sus sonrisas mientras juagaban, disfrutaban de la tradicional chocolatada y sobretodo abrían los regalos.Y, para finalizar, a la alegría de los niños le sumamos un espectáculo natural formado por la subida de las nubes en medio del atardecer. Sin duda, los viajeros somos privilegiados.
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