lunes, 5 de diciembre de 2011

Cancal: El último bosque de quenuales nativo de Huallanca

HuallancAventura organizó una caminata para conocer el bosque de quenuales Cancal. Aquí la crónica de la caminata y de lo que encontramos en el camino Miguel Rodríguez, visitante de Lima, nuestro guía: don Benito Pajuelo y yo.

Bosque de quenuales Cancal 
El ensayo monográfico de Teodorico Ampudia de 1964 y cuadros del pintor Mauro Aquino dibujan a Huallanca rodeado de bosques de quenuales. Esto sería una leyenda de no existir Cancal. Pocos son los que conocen este bosque, camino diario de los Bailón y Calderón, familias ganaderas asentadas en el lugar.

Para llegar, tomamos un colectivo desde de Huallanca a la laguna Contaycocha, allí iniciamos la caminata a las siete de la mañana, algo atrasados porque habíamos planificado salir a las 5 y no sufrir el calor del verano serrano en la subida. En Paccha Patac debíamos recoger a Benito Pajuelo Gutiérrez, quien iba a ser nuestro guía. Su esposa, muy amable, nos invitó matecito y papitas pero como ya habíamos desayunado lo guardamos para el fiambre.

Para Miguel y yo, el primer tramo fue el más difícil por la subida y el miedo a los toros bravos que viven libremente en la zona, pero no hay porque ser tan temeroso, Benito nos informa que si uno no los molesta se puede pasar con total tranquilidad. Muy agitados llegamos, al mediodía, al punto más alto del recorrido: Runru Corral, desde donde se divisa el imponente nevado Yerupajá a la izquierda y el valle de Pucayacu hacia la derecha.

Quebrada Pucayacu
El descenso fue más ligero y en el trayecto conocimos los corrales para vaquerías de la familia Cárdenas, hoy en abandono, de allí proviene el nombre de la montaña Runru Corral o corral redondo. También pudimos disfrutar de las bellas flores del tuyu, planta que es alimento de los cuyes. Llegamos a la quebrada de Pucayacu a las 2 de la tarde, con un cansancio y hambre del demonio, felizmente teníamos la papita y Benito nos convidó de sus ocas bien dulcesitas. Barriga llena corazón contento, una siesta y a continuar el camino, esta vez debíamos de llegar a Collota, casa de la familia Calderón.

Flor de tuyu
Collota es la base del cerro Ñahuin y la entrada al bosque de quenuas. Allí nos recibió Juan Calderón, quien nos preparó un matecito de llantén para el cansancio y el mal de altura que afectaba a Miguel. Luego de una amena conversación sobre nuestra motivación para visitar Cancal y compartir conocimientos y vivencias sobre las montañas continuamos nuestro camino al bosque, donde deberíamos acampar. 

La demora tomando fotos y el débil estado físico de Miguel cambiaron nuestros planes. El tiempo nos había ganado, por muy paso acelerado la noche se nos venía y aun estábamos a una hora y media del lugar de campamento. Teníamos que buscar otra alternativa, pero Benito, quien conoce estás tierras como la palma de su mano ya tenía el lugar perfecto. Nos internamos en el bosque a las 5, en medio de los cánticos de los pajarillos y el sonido del la corriente del agua, el viento y los pajonales, ubicamos el lugar, armamos la carpa y preparamos la cena. La noche fue larga, pero no fría, a pesar de la helada y, es que el bosque tiene un microclima particular. 

Al despertar un lugar de ensueño se abría anuestro paso. Medio bosque de cuento de hadas y la otra mitad del narrador de cuentos. Árboles nacientes, medianos y añejos, troncos con formas tan intrincadas cuya base son musgos verde petróleo que forma una alfombra bien acolchonada de unos 30 a 50 centímetros por encima del suelo, el río del mismo nombre atraviesa el bosque dándole el toque místico con el sonido de la corriente de sus aguas y las mini cascadas que se forman en el trayecto.

Hay una gran variedad de aves de diversos colores. Quien tenga una buena cámara y harta paciencia arma su colección; también hay perdices, dicen de dos tamaños, solo pude apreciar la pequeña. Antes también había pumas, ahora solo queda una cueva que los lugareños dicen que fue de un león.

2 km de bosque 
El bosque de queñuas se extiende 2 km aproximadamente a lo largo de las faldas y la quebrada de Cancal. Aquí Gilberto Ortiz, hacendado antes de la reforma, tenía sus vaquerías y debido al camino tan accidentado muchas vacas morían lo que permitían que hubiera carne en abundancia que la gente hacia canca, carne dorada. 

Para volver a Huallanca seguimos hacia Judas Ragra, donde está la carretera más próxima. A paso normal son tres horas, pero por el cansancio, las fotos y la visión de detalles nos tomó casi seis. En el camino pasamos por Cashacancha, estancia de Benito en su niñez; llegamos a Eucalipto Pampa en donde el río se filtra por un remolino dentro de la tierra y su cauce queda desértico para luego salir por la quebrada de Chalhuavado.

Al llegar a Judas Ragra tuvimos la suerte de encontrar un auto que nos llevó hasta Tingo Chico, de lo contrario hubiéramos caminado por lo menos una hora más. A Huallanca llegamos a las seis y media, muertos de hambre y de cansancio pero con el alma fortalecida de tanta belleza que la naturaleza nos ofrece.

Río Chalhuavado

Todo el camino está bien marcado, hasta parece camino inca, pero fue hecho por los peones de Gilberto Ortiz para facilitar el tránsito de sus vacas y el comercio, eso si hay que cruzar varios vados; don Benito se sabía los lugares precisos, gracias él no nos mojamos ni una vez. En el trayecto hay mucho aún por ver: pinturas rupestres, restos arqueológicos en las zonas más altas, figuras en las rocas y lagunas. Cuando visiten Huallanca no olviden Cancal, quédense un día entero en el bosque para disfrutar con tranquilidad de este lugar encantado.





* Crónica publicada en  agosto del 2011 en la edición  Nº 127  de  la revista virtual  Soloparaviajeros http://www.soloparaviajeros.pe/edicion127/viajeros.htm 

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